miércoles, 2 de julio de 2008

ESPECIAL EUROCOPA

España bordó el fútbol contra Alemania y se coronó en Viena
El mundo encaja. Vence España. Gana el fútbol. Léanlo despacio: somos campeones de Europa. Cuando Casillas alzó el trofeo levantamos la Copa que siempre sostenían otros. Esta vez el confeti era nuestro, los besos nuestros, nuestro el champán y las banderas. Ya no hay miedo ni complejos. Hemos aprobado la última asignatura pendiente de la historia moderna del deporte español. El fútbol, nuestro fútbol absoluto, ya está en el lugar que se merece.
No nos quedan fantasmas. Pasamos de cuartos contra Italia, y matamos dos, superamos las semifinales contra Rusia, y fulminamos otro par, y hemos vencido a Alemania en la final, derrotando a los demonios que existen y a los que imaginábamos. Ya no hay ogros ni supersticiones. Se puede ser favorito y ganar, se puede jugar al balón y vivir, se puede ser pequeño y ser grande.
Trato de ordenar los acontecimientos y me vienen a la memoria los últimos minutos, el reloj que se atascaba. Ni siquiera entonces España renunció al balón. Ni siquiera en ese trance agónico hubo un gesto que tuviera como objetivo perder el tiempo. Nadie se refugió en un córner, ni hubo pases a Casillas, ni balones al cielo.
Al contrario, en ese callejón donde otros hubieran especulado y además hubieran pasado inadvertidos, nuestros futbolistas se lanzaron a por el segundo gol, generosos e inconscientes, apasionados. En ese instante, a cinco minutos del final, confieso que les gritamos el catálogo de los trucos que hemos visto y sufrido. Tirarse, fingir, pinchar la pelota, esconderla, protestar.
Pero fue inútil. Si algo distingue a esta Selección es su respeto por el juego, por el buen juego. No es sólo que seamos campeones, es que somos distintos. Quizá desde que Brasil ganó el lejano Mundial del 70 ninguna selección había logrado un título apostando por un fútbol tan puro, tan artístico.
Estilo.
La final hubo que domarla. Después de diez minutos de apuros, con Alemania desplegada como un ejército de gigantes, España bajó el balón. Acto seguido, elevó el fútbol. En el minuto 22, Sergio Ramos centró desde la derecha y Torres saltó hasta superar los dos metros eternos de Mertesacker. Su cabezazo se estrelló contra el palo.
Poco después llegó el gol. Xavi buscó a Torres por la espalda de los defensas y el delantero persiguió lo que parecía un imposible. Tuvo velocidad, fe y habilidad; alcanzó la pelota, rodeó a Lahm y, por último, batió a Lehmann.
En la segunda mitad seguimos creciendo y pudimos marcar más goles. Nadie dio un paso atrás. Jugamos felices, geniales, campeones.
Que nadie se seque estas lágrimas porque justo nos faltaban estas lágrimas, las que simbolizan un éxito colectivo que trasciende el fútbol, y algunos dirán que exagero, pero no tanto.
Diario As. Juanma trueba 1julio 2008

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