Enhamed Enhamed se convirtió en la sensación de los Juegos Paralímpicos de Pekín, donde ganó cuatro oros en natación para España. El suyo es un ejemplo a imitar en la semana en que se ha celebrado el Día Internacional de las personas con Discapacidad
«Tenía ocho años. Correteaba por casa, jugando, caí y cuando me levanté ya no veía nada». Así empieza la historia del Enhamed Enhamed ciego (Las Palmas, 1987), víctima de un glaucoma, pero también la del Enhamed de oro, la del campeón. Un campeón construido en base a una filosofía que aplica dentro y fuera de la piscina: «Yo decidí que lo intentaría todo, que si tengo que caerme y volver a levantarme lo haría cuántas veces fuera necesario, pero que no iba dejar de hacer todo lo que hacen los demás». Así, con este modo de pensar, Enhamed ha conseguido, a sus 21 años, convertirse en el mejor paralímpico español en los juegos de Pekín y uno de los mejores de todo el palmarés de la competición. Mucho más de lo que hacen los demás.
La carrera de Enhamed hasta el culmen glorioso de Pekín está jalonada por éxitos anteriores. Ya sus dos bronces en los Juegos de Atenas, a donde llegó con apenas diecisiete años, vaticinaban la emergencia de este coloso. Logros todos que él achaca a su disciplina, «mi mejor virtud», dice.
Y ahora ha llegado tan lejos que le cuesta responder cuando se le pregunta cuáles son sus objetivos para el futuro. «Terminar la carrera, que con tanta competición está un poco estancada», dice. Estudia Dirección y Administración de Empresas. En la piscina se intuye que está un poco ahíto de gloria: «Estos meses están siendo complicados porque no tenemos un objetivo tan claro como cuando faltaban tres meses para Pekín». Sin embargo, la voracidad del campeón ciego irá despertando conforme se acerquen nuevas citas competitivas: «En octubre hay un Europeo donde espero batir el récord del mundo de los 100 metros libres». Ese es uno de sus sueños pendientes. Otro, conocer personalmente a Michael Phelps, su ídolo, de quien no duda en decir que «es el mejor deportista de la historia» y con quien le honra que le comparen. En los círculos del deporte para discapacitados ya se ha bautizado a Enhamed como el «Phelps paralímpico».
«En octubre hay un Europeo donde espero batir el récord del mundo de los 100 metros libres».
Pese a su impresionante currículo, Enhamed lleva una vida anónima y normal, por lo que sabe bien cuáles son los problemas del día a día para las personas invidentes. El bastón es su compañero de viaje en los trayectos diarios a la facultad. Ahora, espera ilusionado que le entreguen el perro lazarillo que ha solicitado, aunque, según cuenta, «en muchos bares y restaurantes, si vas con el perro, te ponen pegas para entrar, pero yo no no permito nunca que me dejen fuera».
De origen saharaui
La familia de Enhamed es de origen saharaui y hay quienes se empeñan en implicar al nadador en una guerra que no es la suya, la de la lucha por la autodeterminación del pueblo norafricano. Enhamed vadea la polémica con la misma habilidad con la que vira en el cloro: «Yo me siento muy orgulloso de la herencia cultural de mis padres, pero soy español. La bandera y el himno que sonaron en Pekín son los del país que me ha permitido llegar a lo más alto». Ahora lucha contra el olvido. El que sufren los paralímpicos en los cuatro años que hay entre cada edición de los Juegos. «Hemos avanzado mucho desde Atenas, pero aún se puede hacer más». Él no se conforma. Se rebela y lucha como lo hace en la piscina. Sin importarle las dificultades. Sus cuatro oros le avalan en esa pelea por la igualdad.
«Tenía ocho años. Correteaba por casa, jugando, caí y cuando me levanté ya no veía nada». Así empieza la historia del Enhamed Enhamed ciego (Las Palmas, 1987), víctima de un glaucoma, pero también la del Enhamed de oro, la del campeón. Un campeón construido en base a una filosofía que aplica dentro y fuera de la piscina: «Yo decidí que lo intentaría todo, que si tengo que caerme y volver a levantarme lo haría cuántas veces fuera necesario, pero que no iba dejar de hacer todo lo que hacen los demás». Así, con este modo de pensar, Enhamed ha conseguido, a sus 21 años, convertirse en el mejor paralímpico español en los juegos de Pekín y uno de los mejores de todo el palmarés de la competición. Mucho más de lo que hacen los demás.
La carrera de Enhamed hasta el culmen glorioso de Pekín está jalonada por éxitos anteriores. Ya sus dos bronces en los Juegos de Atenas, a donde llegó con apenas diecisiete años, vaticinaban la emergencia de este coloso. Logros todos que él achaca a su disciplina, «mi mejor virtud», dice.
Y ahora ha llegado tan lejos que le cuesta responder cuando se le pregunta cuáles son sus objetivos para el futuro. «Terminar la carrera, que con tanta competición está un poco estancada», dice. Estudia Dirección y Administración de Empresas. En la piscina se intuye que está un poco ahíto de gloria: «Estos meses están siendo complicados porque no tenemos un objetivo tan claro como cuando faltaban tres meses para Pekín». Sin embargo, la voracidad del campeón ciego irá despertando conforme se acerquen nuevas citas competitivas: «En octubre hay un Europeo donde espero batir el récord del mundo de los 100 metros libres». Ese es uno de sus sueños pendientes. Otro, conocer personalmente a Michael Phelps, su ídolo, de quien no duda en decir que «es el mejor deportista de la historia» y con quien le honra que le comparen. En los círculos del deporte para discapacitados ya se ha bautizado a Enhamed como el «Phelps paralímpico».
«En octubre hay un Europeo donde espero batir el récord del mundo de los 100 metros libres».
Pese a su impresionante currículo, Enhamed lleva una vida anónima y normal, por lo que sabe bien cuáles son los problemas del día a día para las personas invidentes. El bastón es su compañero de viaje en los trayectos diarios a la facultad. Ahora, espera ilusionado que le entreguen el perro lazarillo que ha solicitado, aunque, según cuenta, «en muchos bares y restaurantes, si vas con el perro, te ponen pegas para entrar, pero yo no no permito nunca que me dejen fuera».
De origen saharaui
La familia de Enhamed es de origen saharaui y hay quienes se empeñan en implicar al nadador en una guerra que no es la suya, la de la lucha por la autodeterminación del pueblo norafricano. Enhamed vadea la polémica con la misma habilidad con la que vira en el cloro: «Yo me siento muy orgulloso de la herencia cultural de mis padres, pero soy español. La bandera y el himno que sonaron en Pekín son los del país que me ha permitido llegar a lo más alto». Ahora lucha contra el olvido. El que sufren los paralímpicos en los cuatro años que hay entre cada edición de los Juegos. «Hemos avanzado mucho desde Atenas, pero aún se puede hacer más». Él no se conforma. Se rebela y lucha como lo hace en la piscina. Sin importarle las dificultades. Sus cuatro oros le avalan en esa pelea por la igualdad.
ABC
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