El deportista hace deportes naúticos pese ha haber perdido la vista cuando tenía 26 años y prepara una travesía en el Estrecho .
Xavier Mandicó ha creado un método para winsurfistas invidentes
A Xavier Mandicó siempre le gustó volar. Unas veces lo hacía en parapente y otras se deslizaba a velocidad de vértigo por las pistas de nieve. Siguió esquiando incluso después de perder la vista cuando tenía 26 años, usando para ello guías, intercomunicadores y megáfonos. El cambio drástico de situación no le cortó las alas y, cuando le hablaron del windsurf, se decidió a ver qué tal. Sentado en el porche del hotel Arte y Vida de Tarifa en la playa de Los Lances explica cómo ha conseguido desafiar y vencer a las olas. Una voluntad de hierro y la ayuda de Héctor García, responsable de la escuela Surf Center, han sido claves para que el deportista andorrano no sólo haya logrado practicar windsurf, sino que se atreva con el 'stand up paddle surf', una modalidad que requiere una tabla de grandes dimensiones y un remo y que comienza a imponerse en las playas tarifeñas.
A Xavier Mandicó siempre le gustó volar. Unas veces lo hacía en parapente y otras se deslizaba a velocidad de vértigo por las pistas de nieve. Siguió esquiando incluso después de perder la vista cuando tenía 26 años, usando para ello guías, intercomunicadores y megáfonos. El cambio drástico de situación no le cortó las alas y, cuando le hablaron del windsurf, se decidió a ver qué tal. Sentado en el porche del hotel Arte y Vida de Tarifa en la playa de Los Lances explica cómo ha conseguido desafiar y vencer a las olas. Una voluntad de hierro y la ayuda de Héctor García, responsable de la escuela Surf Center, han sido claves para que el deportista andorrano no sólo haya logrado practicar windsurf, sino que se atreva con el 'stand up paddle surf', una modalidad que requiere una tabla de grandes dimensiones y un remo y que comienza a imponerse en las playas tarifeñas.
El primer contacto real de Mandicó con el windsurf tuvo como escenario Premiá del Mar, en Barcelona. Fue amor a primera vista y se puso manos a la obra. Poco más de un año de preparación fue suficiente para que él y su equipo - otros tres windsurfistas y una lancha de apoyo encargada del avituallamiento - realizaran con éxito la travesía que une Barcelona y La Escala. Fueron siete días con siete paradas durante los cuales, la hazaña del winsurfista fue creciendo, como él mismo recuerda, «como una bola de nieve».
«Hubo de todo, el viento no te dejaba navegar en línea recta y hubo de todo: insolaciones, fracturas..., pero en cada una de las paradas nos recibían como si fuera algo fantástico y la respuesta obtenida te hacía ver que confiaban en ti».
Un tándem perfecto
La confianza es el otro pilar que sustenta los logros de Mandicó y la confianza tiene, en esta historia, un nombre propio: Héctor García. Es el principal responsable de que, 15 años después de que Mandicó perdiera la visión, ahora pueda subirse a la tabla, coger la vela y, si las condiciones meteorológicas lo permiten, «perderse» con la única ayuda del contacto por radio con alguno de los monitores de la escuela.
No siempre fue así y requirió más apoyo en sus primeros pasos. El deportista invidente comenzó su aventura en Tarifa hace cuatro años. «Era llegar a la meca del windsurf, al lugar al que todos los windsurfistas quieren ir», subraya.
Mandicó recuperó parte de la idea que ya había desarrollado para la práctica del esquí y puso en marcha un método consistente en la comunicación a través de transmisores de radio con su guía. Todos los detalles, por pequeños que sean, son esenciales cuando se trata de garantiza la seguridad. Señala la radio que lleva junto al pecho, sobre su traje de neopreno, y destaca lo importantes que son los 'acuapacks', las fundas que impiden que los transmisores se mojen.
Al principio salía en una vela tándem con García. Más tarde cada uno de los deportistas iba en su propia tabla y el monitor le indicaba qué movimientos efectuar. Después, Mandicó quiso independizarse. Para ello aprendió a reconocer todos los indicios. «Por el viento puede saber si va hacia Marruecos o hacia Tarifa y a veces, cuando hemos navegado juntos, ha llegado a comentarme que notaba un alga enganchada en la tabla», dice García, que destaca que Mandicó ha desarrollado al máximo su capacidad para percibir todos los sonidos y sensaciones procedentes del mar.
Nada mejor que echarse al agua para demostrar que su método funciona. Ambos se aseguran de que las radios están sintonizadas. Héctor describe la situación. Le dice que apenas hay oleaje y que las boyas de balizamiento no están rectas, sino que hacen una curva hacia la izquierda. Xavier se adentra en el agua y espera a que Héctor le dé la señal para subirse a la tabla. «¡Ya!». Se sube, agarra la vela y se aleja. Media hora antes comentaba que tiene intención de cruzar el Estrecho. Estos años ha aprendido lo suficiente y, con Héctor, está dispuesto a probar el método con otros invidentes. Ellos han demostrado que es complicado, pero posible.
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